Mate con diseño: una pyme exportadora que nació en la facultad

Fuente: La Nación – La yerba y sus productos asociados tienen una buena inserción en el mercado internacional

La tradición de la yerba mate comienza a expandir sus horizontes de una manera sostenida. El 2018 registró un récord histórico de exportaciones y el mejor consumo interno en diez años, consolidando una costumbre que acompaña a los argentinos a diario.

Años atrás, conseguir yerba mate en el exterior era una misión casi imposible. Con el tiempo, los mercados del mundo empezaron a conocerla e incorporar algunos paquetes de marcas comerciales. Hoy en día es posible encontrar fuera de la Argentina propuestas más sofisticadas y de nicho. Yerbas orgánicas, procesadas con los métodos ancestrales o saborizadas con especias, flores y frutas apuntan también a conquistar el mundo.

Dos diseñadores industriales Mercedes Buey Fernández y Nicolás Tiferes, se conocieron en la facultad en la carrera de Diseño Industrial, donde cursaron juntos dos materias solamente, pero ambos son egresados de la Universidad de Palermo. Empezaron a trabajar muy bien en equipo y comenzaron a desarrollar algunos productos. “Los dos teníamos otros trabajos en relación de dependencia y nos pedíamos consejos o ayuda mutua, hasta que comenzamos a pensar que hacer como diseñadores industriales”, cuenta Mercedes Buey Fernández. “Así fue que empezamos a pensar en un producto masivo, con valor agregado, bien diseñado y nos tiramos a la pileta aunque no sabíamos qué iba a ser. Finalmente desarrollamos el mate, como primer producto. Tiene esta masividad de llegar a personas dinámicas, que trabajan, viajan, entre muchas otras cosas y ese fue el primer diferencial que descubrimos”, asegura.

El producto en sí mismo fue una carta de presentación para empresas, pero a raíz de eso vieron que tenía “un vuelo enorme”. Entonces comenzaron a desarrollar productos relacionados con este mundo. Así, en 2012, crearon Mathienzo.

“La idea del nombre fue tomar esa voz popular de tomar unos matienzos para que sea una mezcla de canchero y lunfardo. Obviamente hay una investigación detrás y arranca por un montón de nombres más duros. Mathi es el nombre quechua que se le da a la calabaza, de ahí viene el mate originariamente. Así surgió la primera idea de nombre, que luego transformamos. Lo hicimos más flexible a través del diseño y las gráficas, que ayudan a que sea más joven”, explica.

Agrega que “el mate surgió como una excusa para llegar a empresas y ofrecer servicios de diseño, pero se terminó transformando en el negocio de nuestras vidas. Fuimos mutando, creciendo y llegando cada vez a más gente y ahí dijimos ya está, nos tenemos que dedicar a esto. Por suerte funcionó muy bien. Logramos desarrollar cada vez más productos propios y, sobre todo construir una marca. Jamás pensamos que el nombre de un producto iba a ser hoy la marca”, confiesa.

Hoy en día también llegan al exterior no solo con el mate sino con su yerba orgánica cosechada a mano con 24 meses de estacionamiento natural y solo 15% de polvo en su composición, diseñado con materias primas de Oberá, Misiones.

Exportan a Rusia y desde ahí los productos se expanden a otros siete países periféricos. En promedio se envían entre 8000 y 12.000 paquetes de medio kilo a Rusia y a Chile al año. También Mathienzo llega a Estados Unidos, Australia y Francia, destinos adonde despachan alrededor de 4000 unidades anuales. “Hoy la globalización hace que los consumidores del mundo te encuentren más rápido, pero también tenés que encontrar la forma de estar ahí”, asegura la socia de la firma.

La empresa está presente en hoteles, centros de ski, eventos deportivos de polo y rugby, eventos gastronómicos y free shops. También hay un vínculo con fundaciones sociales y se trabaja de manera colaborativa.

Pero no quieren quedarse con lo que tienen. “El éxito de la marca está en transformarse continuamente, respetando valores y nunca perdiendo de vista objetivos claros y bien definidos”, asegura y añade: “somos parte de esta nueva generación, y crecemos con esta nueva manera de vivir, que es demandante de información, vertiginosa e impulsiva, que no deja de buscar un sentido de pertenencia y aquello que los identifique”, continúa.

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